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miércoles, septiembre 27, 2006

Arrabal


Un día salía de trabajar de unas torres de oficinas en Sao Paulo, ese día había llovido como siempre y rigurosamente a partir del mediodía. Pero ese día no paró de llover como siempre a las 2 de la tarde, sino que siguió hasta las 5 de la tarde, y ya se predecía que las autopistas serían un caos de atascos y que todo sería mucho más difícil de lo normal. Al lado de los mega-edificios de oficinas había favelas y ese día chorreaba barro y envases de plástico a borbotones. En todas las ciudades hay de estos flecos, más o menos largos. Ayer leía un libro de Céline que se llama "Viaje al fin de la noche" y leí esto que está muy bueno. Me recordó un poco a esto de Brasil, y también claro, a mi barrio.

"Mi madre y yo dimos un largo paseo por las calles cercanas al hospital, una tarde, fuimos vagabundeando por las calles sin acabar que hay por allí, calles con farolas aún sin pintar, entre las largas fachadas chorreantes, de ventanas abigarradas con cien trapos colgando, las camisas de los pobres, oyendo el chisporroteo de la chamusquina a mediodía, borrasca de grasas baratas. En el gran abandono lánguido que rodea la ciudad, allí donde la mentira de su lujo va a chorrear y acabar en podredumbre, la ciudad muestra a quien lo quiera ver su gran trasero de cubos de basura"