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miércoles, noviembre 23, 2005

Malditos marines

Ayer goleparon a mi puerta, a una hora extraña, a esa hora en la que uno ya no espera a nadie. En el fondo, yo sabía que eran ellos, una corazonada. Espié por la mirilla y eran dos, bien plantados, haciendo ver que cumplían órdenes, rapado al cero uno y peinado a la gomina el otro, con uniformes militares. Yo ya iba por mi tercer jack daniels con limón, y eso seguramente me ayudó a abrir la puerta.
- Señor, venimos de parte del Mayor Castilla, del batallón Rivera del Duero.
- Qué quieren. - Respondí con un tono en el que ellos adivinaron que yo sabía de antemano lo que habían dicho, y lo que iban a decir. Los desmoralicé.
- El Mayor quiere comunicarle que un asunto de seguridad nacional requiere de sus servicios, señor.
- Dígale al mayor, que él ya sabe que estoy retirado de todo, que ya no soy un mercenario, solo quiero llevar una vida normal.
- El Mayor insisitió mucho en esto, presumiendo su negativa, señor.
- Si el mayor quiere entrevistarse conmigo, deberá ser lo suficientmente valiente para venir aquí a verme a la cara y decirme que quiere que vuelva a las fuerzas de asalto. -
Los dos hombres ahora eran dos chavalines asustados, mi voz y mi impertinencia los descolocaron, era su superior.
Algo más quisieron decir, los interrumpí con desdén.
Con hastío pensé o dije que ya no quería saber nada de esto, cerré la puerta. Jamás volvere a un Vietnam, jamás volveré a ser un boina verde, ya he pasado esa página de piedra en mi vida.